Tras un ballotage que se esperaba ajustadísimo, finalmente Lula da Silva vuleve a la presidencia de Brasil a partir del 1 de enero.

Los resultados le dieron al líder petista un victoria con muy poco margen, algo así como apenas dos millones de votos más, por sobre un total de más de 150 millones de personas que conforman el electorado brasileño.

La victoria fue rápidamente reconocida este domingo por la noche por los principales líderes de gobierno de todo el mundo, entre ellos el presidente Alberto Fernández – quien viajó este lunes a reunirse con Lula- ; la vicepresidenta Cristina Fernández; el expresidente Mauricio Macri; y los primeros mandatarios de Canadá, Francia, México, Cuba, Uruguay y varios países más.

Pero el propio presidente brasileño Jair Bolsonaro no reconoció aún el triunfo de su adversario político.

“Que Bolsonaro se haya ido a dormir es un síntoma más del estilo de gestión que tuvo, y nos puede dar la pauta de cómo quiere que siga su carrera política y de cómo va a quedar ese espacio bolsonarista” dijo esta mañana a #TareaFina el analista político Facundo Cruz.

Para el especialista, Bolsonaro eligió un punto medio: no reconoció la derrota pero tampoco habló de fraude. Eligió el silencio, la opción del no decir nada.

Según Cruz, esta elección que echó por tierra su convencimiento de no reconocer la derrota se fundamenta en un límite interno.

“Él estaba convencido de ir por el no, por el no reconocer su derrota, pero tuvo un límite interno que es la mitad de la Cámara de Diputados que tiene el partido bolsonarista y el 44% del Senado. No puede desconocer la elección que le dio legisladores y 11 gobernadores, porque son las mismas reglas por el sistema electoral de Brasil” explicó.

De acuerdo al sistema electoral brasileño, todos los estados eligen con las mismas reglas, es un federalismo electoral centralizado: los tribunales regionales aplican las reglas del Superior Tribunal Electoral.   

“Ahí aparece cierto límite para desconocer la elección” reafirmó Cruz.

La gobernabilidad de Lula

Noviembre y diciembre serán meses clave en la construcción de gobernabilidad de la tercera presidencia de Lula. En ese espacio de tiempo radica la principal preocupación de lo que podría hacer el gobierno federal de Brasil, con Bolsonaro a la cabeza.

Sin embargo, Cruz advierte que hay más límites al accionar de Bolsonaro porque la comunidad internacional reaccionó muy rápido. “Era necesario un clamor popular a nivel mundial: ganó Lula, reconozcamos. Esto también es un límite para Bolsonaro” dijo.  

Al mismo tiempo, el analista anticipó que no debería sorprender que en los próximos dos meses dirigentes del espacio flotante, del Congreso y gobernadores, salgan a sumarse a la coalición del gobierno. Inclusive, dijo, dirigentes del bolsonarimo podrían también salir a decir que apoyan al gobierno federal.

El destino político de Bolsonaro

Cruz se mostró escéptico de que Bolsonaro se convierta en un Donald Trump para la política brasileña.

“Tiene similitudes, claro, pero Trump en Estados Unidos es distinto porque hay solo dos partidos y en Brasil los partidos son más fluctuantes, son muchos y más volátil el mercado político” analizó.

Y profundizó: “es un mercado político, claramente, y esto puede hacer que dirigentes nacionales puedan empezar a expresar autonomía de Bolsonaro y disputar el liderazgo de la derecha, por eso eso no estoy tan seguro de si Bolsonaro seguirá siendo el líder de la derecha en el gobierno de Lula”.